Estoy sentada en la acera haciendo el tonto con el móvil. Escucho una moto y luego nada.
-Enana, ¿vienes a dar una vuelta?
Levanto la cabeza y te veo sonriendo y ofreciéndome un casco que llevas en la mano.
Me levanto, voy hacia ti y te beso de forma dulce e intensa. Cojo el casco sonriendo como una tonta, subo en la moto y me agarro a ti con fuerza dándote un abrazo mientras tu acaricias mis dedos.
Arrancas y nos vamos.
Llevo la visera levantada y me da el aire en la cara, me encanta esa sensación, cierro los ojos para sentir mejor el aire.
La moto se detiene y abro los ojos. No puedo creer que me hayas traído aquí, es el mirador donde nos conocimos.
Me quito el casco para verlo mejor y te veo bajar de la moto.
-¿Me aguantas un momento el casco por favor?
-Claro.
Lo cojo, te acercas, me coges en brazos y los dos reímos como niños.
Me llevas hacia la barandilla y me sientas allí, mirándote a los ojos.
-¿Recuerdas este sitio?-Preguntas.
-Claro que lo recuerdo, este sitio ha presenciado el momento en que nos conocimos, el primer beso y nuestra primera vez.
-Y ahora nuestro primer año juntos.
-El primero de muchos.
Me besas sin ningún reparo, es ese beso que solo tú sabes dar. Se me pone el vello de punta y al separar nuestras bocas me muerdes el labio.
-Te quiero más de lo que he querido nunca a nadie.-Me susurras al oído.
Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y es que solo tu puedes provocar estas sensaciones en mi.
-Eres la razón por la que me levanto cada mañana.-Te digo
Sonríes como un tonto, esa sonrisa que tanto me gusta.
No hay más palabras, los besos y las miradas hablan por nosotros.
Y allí entre la luna y la arena del mirador hacemos de nuestros cuerpos uno solo, como aquel día hace unos meses.