A veces mientras recorremos las sendas que supuestamente nos ha impuesto el destino tropezamos con piedras mayores que el mismísimo Everest., piedras que deberíamos esquivar o escalar para seguir a delante pero nuestro incesante intento por arruinar nuestra propia vida hace que caigamos en la tentación y acabemos prendados de esa piedra cual moscas de la miel. Hasta que un día la piedra se vuelve roca, la roca acero y nosotros polvo enterrado bajo una superficie enorme de desilusión e ideas preestablecidas que poco a poco nos habían ido consumiendo convirtiendo nuestro cerebro en un amasijo de fibras musculares y neuronas sin ninguna función más que mantenernos vivos y adictos a esa piedra.
Y por eso digo a la mierda el destino, a la mierda la piedra, a la mierda las ilusiones y las ideas preestablecidas, a la mierda la idea de felicidad que nos nubla la vista sin dejarnos observar que la misma esta delante de nuestras narices ya sea en la sonrisa de un niño o en un concierto de rock, a la mierda los prejuicios diré siempre conscientemente, pues no hacen mas que provocar discusiones y desprendimientos que acaban siendo piedras en caminos, a la mierda las etiquetas que te ponen entre la espada y la pared haciéndote pensar que toda la culpa es tuya y que perteneces a esa enorme piedra que no quiere apartarse de tu camino, a la mierda las amienemigas que te clavan la daga a la espalda en cuanto te das media vuelta y a la mierda las palabras que acaban estallando en la cara cual globo de agua en una noche de verano.