A menudo los días soleados se vuelven tormentosos y curiosamente esa es la parte que más me gusta. Ese momento en el que la mayoría temen a los truenos mientras a mi me invade la felicidad por ver como el cielo se ilumina gritando que ama la vida, ese instante de placer en que me siento delante de la ventana a observar como las gotas compiten por ver quien llega mas lejos como si incluso ellas tuvieran una historia que contar, ese momento en que el té rojo tiñe mis labios y mi vista comienza a moverse por las hojas de un buen libro, ese momento en el que sólo existimos yo y la tormenta.
Mucha gente dice que después de la tormenta llega la calma, pero para mi no hay calma alguna sin relámpagos, truenos y lluvia. Por eso espero paciente a que un día soleado se transforme y pueda yo acudir a la llamada de la tormenta.
lunes, 18 de agosto de 2014
La llamada de la tormenta.
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