lunes, 17 de noviembre de 2014

Destino.

Estoy tumbada en lo que parece ser el suelo de una habitación, abro los ojos y a excepción de la tenue luz de una vela, todo está a oscuras. Percibo un olor extraño, aunque no desagradable, es como una mezcla del olor de la lluvia y el de la sangre.
Me levanto, cojo la vela e intento orientarme pero no recuerdo haber estado aquí antes, es más, no recuerdo siquiera como he llegado aquí.
-¿Hola?
No hay respuesta. Empiezo a andar alrededor y no se si es culpa de la luz pero parece ser que las paredes están teñidas de rojo.
Siento una corriente de aire a mi espalda, me dirijo hacia ella con cautela y oigo un murmullo que no consigo entender. Sigo andando, miro hacia delante y veo una escalera.
-¿¡Hola!? ¿Hay alguien ahí?- el murmuro no cesa pero sigo sin entender que dice.
Decido avanzar y cuando piso el primer escalón tengo una sensación extraña, ese escalón no tiene la misma consistencia que el suelo, mi pie empieza a hundirse en el como si este no quisiera que bajara, pero algo me llama, tengo que seguir bajando.
Llego al final de la escalera y me encuentro con una puerta. No es muy grande pero si muy extraña, es de color negro y el pomo es dorado y en forma de cuchillo. Me decido a abrir la puerta pero nada mas tocarlo, el llanto de un niño empieza a resonar por todas partes y aparece una inscripción en la puerta a la vez que el pomo cae al suelo "Si quieres entrar, al cuchillo debes alimentar". La leo en alto y el pomo se torna en un verdadero cuchillo.
Normalmente la cobardía me haría huir pero algo me dice que no acabaría bien si lo hago.
Cojo el cuchillo, me corto la palma de la mano y dejo que este se impregne con mi sangre. Poco a poco el rojo se vuelve dorado y cuando vuelve a su color original, vuelve también a la puerta haciendo que ésta se abra poco a poco.
Entro en la habitación y el llanto cesa. Una luz blanca ilumina todo el cuarto y en el hay decenas de estanterías con miles de libros sobre el destino, los astros, la vida y la muerte, en el centro hay una mesa de madera y una silla. El murmuro vuelve a empezar. Dirijo mi mirada a la esquina mas lejana de la habitación y allí entre libros me encuentro un hombre. Tiene la cara consumida por el miedo, los ojos inyectados en sangre y jo hace mas que repetir la misma frase una y otra vez con una voz que demuestra su locura.
+ No puedes cambiar el destino, no puedes cambiar el destino, no puedes...- me ve y se le dibuja una sonrisa en la cara.
-Hola- digo asustada- no quiero hacerte daño, no se como he llegado aquí.
+Ha funcionado- dice creyendo que no le escucho- Ahora puedo cambiar el destino.
Su cara de locura me asusta y el se da cuenta de ello así que intenta cambiarla y sonreír de forma tranquilizadora pero solo consigue asustarme cada vez más.
-¿El destino? ¿Para que quieres cambiarlo?
+Shhht, no puedo contártelo, si no el señor del destino no me dejará cambiarlo ¡Y tengo que hacerlo!- se exalta y cuando intenta calmarse veo como su cara empalidece.
-No entiendo nada. ¿Porque se supone que estoy aquí?
+¡Me desesperas, niñita! ¡Ya te lo he dicho! ¡Para cambiar mi destino!- La cara se le deforma cada vez más y su voz se torna cada vez mas inquietante.
-¿Y para que iba a querer yo cambiar tu destino, si ni siquiera te conozco?
+No quieres, pero lo harás de todas formas.
Saca un cuchillo y se dirige hacia mi. Su cara parece cada vez mas siniestra, como si envejeciera y se fuera cayendo a trozos.
-¿Donde vas con eso? ¡Para!
Se acerca cada vez más a mi, al mismo tiempo que voy retrocediendo hasta que me acorrala en una esquina. Intento zafarme de el y darle la vuelta a la situación pero me clava sus largas uñas en el brazo y empieza a rajarlo con el cuchillo. Hace un corte desde el hombro hacia la muñeca y la sangre comienza a esparcirse por el suelo y a impregnar el cuchillo. Lame la hoja del cuchillo y con un tono burlón pero igual de macabro dice.
+¿Quieres? Está muy rica.- Su cara rejuvenece por momentos y parece cada vez más humana.
Me mira directamente a los ojos y con una expresión un tanto inquietante dice:
+ Entiendelo, en el fondo eres buena chica pero era o tu o yo y tenía que cumplirse la profecía, a demás ni siquiera te conozco.- Sonríe como si lo hubiera dicho de forma sincera pero la carcajada que sigue delata que disfruta con esto.
Pone el cuchillo en mi cuello y su mano debajo haciendo fuerza y clavándome las uñas de nuevo para que no pueda moverme.
+ Esto te va a doler, preciosa.- Esa sonrisa me desquicia.
Clava la punta del cuchillo en el lateral de mi cuello y empieza a cortar en zig zag horizontal, no puedo reprimir los gritos pero cuanto mas chillo más sangre y mas dolor inundan mi cuerpo.
Lame el cuchillo de nuevo y después pasa na lengua lenta y cuidadosamente por toda la herida, las punzadas de dolor son tan intensas que no se como sigo consciente. Cada vez más su cuerpo, su cara y su voz vuelven a la normalidad. Me suelta en el suelo, me estoy desangrando y sigo teniendo el fantasma de su lengua en mi cuello, nadie va a ayudarme, no entiendo porque no me quedo inconsciente de una vez. Se da cuenta de que puedo escucharle y empieza a decir con una voz propia de un chico joven.
+La profecía dice que cada 80 años tengo que volver aquí y que por obra de un ser divino, alguien de corazón puro vendrá, solo tengo que degollarla y saborear su sangre y me otorgará otros 80 años de vida. Las primeras veces intentaba hacer el menor daño posible pero la profecía no funcionaba y tardaba otra semana mas en venir alguien de corazón puro. Me pasé varios años aquí dentro buscando una cura para la profecía, en todos y cada uno de los libros pero no hubo solución. La profecía también dice que una vez la encuentras no puedes librarte de ella pero tienes el poder de cambiar tu destino, de vivir más y poco a poco ese deseo te va consumiendo y aprendes a disfrutar de la muerte de las almas puras y con el tiempo no puedes vivir sin el sabor de la sangre. Me disculparía por tu muerte pero en realidad es más bien culpa tuya y de tu extraño corazón puro.
Es culpa mía. Quedo inconsciente y muero, pensando que incluso mi propia muerte, es culpa mía.